echo de salvia y mirra.
Ahumado de castañas en invierno,
humeante de vapor en el verano.
Enterrarme en tu cuello.
Como geotrópica maleza del desierto,
que sólo merece beber una vez en el tiempo.
Sin saciar la sed
de medusa del meditarráneo.
¡Enterrarme en el cuello de una mujer!
Sin otra prescripción facultativa.
Más que apostar al querer,
de una noche o mil días.
Beber su sudor como sustento,
mamar su humedad como alimento,
Enterrarme en tu cuello que más querría.
Por las lunas que me quedan por vivir.
Por los soles que se apagan a medio día.