Mi espacio, a tu lado
Mi silencio, entre la orquesta
Mi sueño, estando despierta
Mi sonrisa, en tu mirada
Mi paz, en el sepulcro de los miedos
Tu piel, entre mis sábanas mojadas.
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17.9.14
Reclamo
21.7.14
Deseo de una tarde de verano
Deseo
Extrañarte menos
Recordarte menos
Amarte menos
Deseo tanto ese menos,
que sólo se:
Echarte de menos...
3.7.14
En tiempos de Wssp
En línea
Ayer a las 23.45
Hoy a las 2:35
Mañana no lo sé.
Mientras no amanezca no sabré.
Si me bloqueó de sus recuerdos.
O me niega la licencia de saber.
Si vive aun
Si duerme con ella
Si quiere que le prepare un café,
con purpurina de estrellas en la acera.
En tiempos de wssp.
Solo nos queda:
La mínima esperanza de consuelo,
de mirar su estado mientras puedas,
hasta que te bloquee del chat,
o por el mismo medio, te envíe la condena
de no volverla a ver nunca jamás.
2.7.14
Epitafio.
¡Aquí yace quien te deseó a rienda suela!
(por no
decir quién te amó a manos llenas,
que es
multiplicar mi condena)
¡Aquí yace quien te desea la fortuna de
todos los orgasmos que no te daran nunca más!
A ella no le deseo ningún mal,
Ya tendrá la suerte de conocer.
Tus dos caras princesa.
Morirá bajo la misma suerte,
cuando despierten tus demonios otra tempestad.
19.5.14
20 minutos
Eso
pasó en los últimos besos,
20
minutos de tu aliento
Bastaron
de ti, para salvarme.
20 minutos
de ti, de tus besos.
Me
alcanzan para seguir viviendo,
Otra
vendrá con otros besos,
Espero
poderla amar
Son los
mismos sesos.
Que
desbordaron la pared
Después
del disparo certero
Que dio
el Adiós
Que tus
labios pronunciaron
Una
mustia, y maravillosa tarde de mayo.
20
minutos de tus besos,
Que a
mi amor le sonrieron,
Y
dejaron por legado,
El
susurro del adiós con
hasta
siempre…
25.3.14
Preludio (s)
Los que aplaudí
El de un beso
El de un gracias
Y el de un te quiero...
Los que quisiera no existieran
El de una duda
El de un quizás, que no quiere ser tal vez
Y el de un hasta luego con apellido jamás.
1.8.11
En la ermita…
Giro en la calle a la derecha,
me pierdo entre la gente
vienen, van,
me detengo al borde de la acera
como quien se detiene frente a un gran precipicio,
quiero dar un paso al frente
pero es inútil,
ni un solo coches pasa que puedan ayudarme a concluir el encierro en mi.
Me giro,
sigo adelante,
la calle se hace estrecha y la pendiente mas empinada,
los transeúntes escasos.
A medida que se aleja el camino del pueblo
Vamos quedando solo mi cuerpo y mis pensamientos
Al final de la calle un perro,
tras el perro la puerta de la ermita.
Entro,
Por educación me persigno ante el altar, a modo de saludo
Está Jesús crucificado y María sufriendo su perdida
El Santísimo Sacramento del Altar expuesto,
solo frente a mi
Nadie más que yo
Mi miseria y yo nos sentamos en primera fila
Para que no se confunda de observador el Señor
Nos hincamos de rodillas
A mantener una conversación,
que más que una oración
es una súplica.
No sé como pedirle a Dios
Consuelo por no tenerte
O perdón por haberte tenido.
Así, mi miseria y yo seguimos de rodillas
Ante un lujoso altar de oro y piedra
Ante los ojos inertes de la Virgen desconsolada
Y Jesús inmóvil
Terminada la suplica,
creo que me ha concedido Dios el milagro
Casi no me siento
Escasamente escucho mi corazón latir
El silencio de la ermita es más que el mío
Mi soledad es más que su silencio
Mi deseo de ti es más grande que el oro de su altar
No puedo construirte un templo para adorarte
Humildemente te adoro en este corazón mío
Así me encuentro
Siento que Dios se apiada de mí
dejo de sufrir
Ya no tengo tanto dolor,
Ya no te siento,
Me levanto y camino hacia la escalera que da al campanario
Comienzo a subir
Mi corazón no hace ruido
Mi respiración es un susurro
Mis pies casi levitan sobre los escalones
Me asomo por la ventana que da al patio,
el perro ladra desesperado
Nadie viene en su ayuda
Entra y sale de la ermita como anunciando algo
Doce veces lo hace
Las mimas que dan cuenta las campanas de la ermita
Por eso ha de ser que nadie lo escucha
Porque su noticia no es más importante que el tiempo
Cuando me decido a mirar por la ventana interior de la torre,
aquella que da al altar, finalmente me encuentro
Entiendo la desesperación de aquel perro que ladra sin cesar
Esta anunciando el llanto de mi miseria
Que cual María llora su perdida
Sobre mi cuerpo interfecto que murió de amor por ti
Poco antes de que las campanas de la ermita
Anunciaran las 12 en punto del día de mi partida.
me pierdo entre la gente
vienen, van,
me detengo al borde de la acera
como quien se detiene frente a un gran precipicio,
quiero dar un paso al frente
pero es inútil,
ni un solo coches pasa que puedan ayudarme a concluir el encierro en mi.
Me giro,
sigo adelante,
la calle se hace estrecha y la pendiente mas empinada,
los transeúntes escasos.
A medida que se aleja el camino del pueblo
Vamos quedando solo mi cuerpo y mis pensamientos
Al final de la calle un perro,
tras el perro la puerta de la ermita.
Entro,
Por educación me persigno ante el altar, a modo de saludo
Está Jesús crucificado y María sufriendo su perdida
El Santísimo Sacramento del Altar expuesto,
solo frente a mi
Nadie más que yo
Mi miseria y yo nos sentamos en primera fila
Para que no se confunda de observador el Señor
Nos hincamos de rodillas
A mantener una conversación,
que más que una oración
es una súplica.
No sé como pedirle a Dios
Consuelo por no tenerte
O perdón por haberte tenido.
Así, mi miseria y yo seguimos de rodillas
Ante un lujoso altar de oro y piedra
Ante los ojos inertes de la Virgen desconsolada
Y Jesús inmóvil
Terminada la suplica,
creo que me ha concedido Dios el milagro
Casi no me siento
Escasamente escucho mi corazón latir
El silencio de la ermita es más que el mío
Mi soledad es más que su silencio
Mi deseo de ti es más grande que el oro de su altar
No puedo construirte un templo para adorarte
Humildemente te adoro en este corazón mío
Así me encuentro
Siento que Dios se apiada de mí
dejo de sufrir
Ya no tengo tanto dolor,
Ya no te siento,
Me levanto y camino hacia la escalera que da al campanario
Comienzo a subir
Mi corazón no hace ruido
Mi respiración es un susurro
Mis pies casi levitan sobre los escalones
Me asomo por la ventana que da al patio,
el perro ladra desesperado
Nadie viene en su ayuda
Entra y sale de la ermita como anunciando algo
Doce veces lo hace
Las mimas que dan cuenta las campanas de la ermita
Por eso ha de ser que nadie lo escucha
Porque su noticia no es más importante que el tiempo
Cuando me decido a mirar por la ventana interior de la torre,
aquella que da al altar, finalmente me encuentro
Entiendo la desesperación de aquel perro que ladra sin cesar
Esta anunciando el llanto de mi miseria
Que cual María llora su perdida
Sobre mi cuerpo interfecto que murió de amor por ti
Poco antes de que las campanas de la ermita
Anunciaran las 12 en punto del día de mi partida.
19.7.11
Esta noche.
Hoy el aire frio lleno la habitación, ni las respiraciones consiguieron calentarlo.
La luz no era más o menos, era la misma de ayer pero alumbraba menos.
Porque mis ojos se negaban a abrirse para no darle razón a mis oídos de las palabras que pronunciabas, tras cada una de ellas me sentí morir lentamente, poco a poco, como si de un veneno fino y rigurosamente letal habláramos.
Mis pies se sintieron fríos, la circulación de la sangre parecía haberse esfumado, luego las piernas se sintieron pesadas, el vientre dejó de agitarse, el pecho no conseguía expandirse para buscar aire, mis manos inertes no podían sostener la copa de vino y mis labios querían gritar pero no lo conseguían
Aquella sensación era como la de estar en medio de una pesadilla, de esos malos sueños que te poseen y no te dejan gritar. Entonces pronunciaste aquello, de no haber querido querer y fue cuando la orquesta se detuvo, mi corazón no latió más, mis labios exhalaron el último aliento y mis ojos se cerraron para no amarte más, pero tampoco amarte menos.
Desde entonces hace algunas horas deambulo por las calles de mi mente, esperando que tus manos vuelvan quizás a buscarme.
La luz no era más o menos, era la misma de ayer pero alumbraba menos.
Porque mis ojos se negaban a abrirse para no darle razón a mis oídos de las palabras que pronunciabas, tras cada una de ellas me sentí morir lentamente, poco a poco, como si de un veneno fino y rigurosamente letal habláramos.
Mis pies se sintieron fríos, la circulación de la sangre parecía haberse esfumado, luego las piernas se sintieron pesadas, el vientre dejó de agitarse, el pecho no conseguía expandirse para buscar aire, mis manos inertes no podían sostener la copa de vino y mis labios querían gritar pero no lo conseguían
Aquella sensación era como la de estar en medio de una pesadilla, de esos malos sueños que te poseen y no te dejan gritar. Entonces pronunciaste aquello, de no haber querido querer y fue cuando la orquesta se detuvo, mi corazón no latió más, mis labios exhalaron el último aliento y mis ojos se cerraron para no amarte más, pero tampoco amarte menos.
Desde entonces hace algunas horas deambulo por las calles de mi mente, esperando que tus manos vuelvan quizás a buscarme.
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