He sobrevivido a la era farmacopornográfica, ahora solo bebo
analgésicos para el dolor reumático y una que otra cerveza o cigarrillo
para amenizar el tiempo.
No calzo zapatos de marca y como pocos cadáveres. Sigo comprando en cadenas de supermercados; pero he apadrinado un niño en Nicaragua. Clasifico mi basura y procuro que no me abduzca el contenedor de desechos orgánicos cuando salgo a tirar las bolsas. Sé mi compromiso social como mujer y como amiga, hija y demás. Pero tengo un agobio tremendo por vivir en este tiempo. Con preguntas pueriles pero profundas he de confesarme inútil en esta edad cibernética. Estoy colgada de una mujer que no tiene móvil con 3G ni wathsapp!!!
¿Y cómo le digo que me gusta? ¿Y como le hago saber que le deseo desde el pelo hasta los pies?¿Como busco el encuentro si está lejos y no sé donde vive? ¡Y no tiene facebook!
La ley de protección de datos me niega toda posibilidad de saber su dirección, ni colándome en el ordenador del gimnasio.
Y con este inventario de preguntas cualquiera juraría que estoy obsesionada, pero he de confesar que no se ligar sin un teclado de por medio. Si no hay una pantalla entre nosotras no sé cómo hablarle. Ni decirle que me encantaría quedar con ella para un café, una copa, una puesta de sol frente al mediterráneo o simplemente comer helados en un banco de Gracia.
¿Si le envió una carta postal como hacia Cyrano de Bergerac en 1650? quizás llegue entre las cuentas y el correo publicitario y le tire a la basura como ahora hago yo con este tiempo. Pero no pierdo la esperanza que como el mensaje en la botella, este texto con ánimos de cadena, pueda pasar de mi ordenador a tu móvil, de tuyo al de tu hermana, de ese al del barman de la esquina, así sucesivamente sea reenviado como fwd al telegrafista de Correos. Y este gentilmente lo imprima y ponga sello al sobre y la dirección exacta para que caiga en tus manos. Así pedirte una cita, y ahí frente a ti, mirándote a los ojos decirte: No se qué tan grande nos queda el tiempo y los avatares de esta era moderna. ¡Marina dice que tú me quedarías grande a mí! Pero mi amor es de algodón bio, estrecho por pequeño pero se adapta a tu cuerpo cual segunda piel, y crece por ti y contigo como un guante, amoldándose a tu cuerpo, ciñéndose a tus piernas y empapándose de ti. Capaz de construirse a tu imagen y a mi semejanza.
Con este amor, en cada gesto de tus manos haríamos las paredes perladas, con tu riza daríamos luz y brillo. En blancas paredes, techo y sabanas escribiría todo lo que me gusta tu cuerpo y de lo que habita en él, y faltaran páginas como hojas en los calendarios para, enamorarte una y otra vez al salir el sol cada día si fuera necesario.
Pero soy víctima de un dilema pos tecnológico de esta maravillosa era cibernética. Tú no tienes watsapp ni facebook. Sin pantalla de por medio yo no sé ligar.
¡Pos tecnología!.
¡Necesito un hacker que me enseñe a ligar!
No calzo zapatos de marca y como pocos cadáveres. Sigo comprando en cadenas de supermercados; pero he apadrinado un niño en Nicaragua. Clasifico mi basura y procuro que no me abduzca el contenedor de desechos orgánicos cuando salgo a tirar las bolsas. Sé mi compromiso social como mujer y como amiga, hija y demás. Pero tengo un agobio tremendo por vivir en este tiempo. Con preguntas pueriles pero profundas he de confesarme inútil en esta edad cibernética. Estoy colgada de una mujer que no tiene móvil con 3G ni wathsapp!!!
¿Y cómo le digo que me gusta? ¿Y como le hago saber que le deseo desde el pelo hasta los pies?¿Como busco el encuentro si está lejos y no sé donde vive? ¡Y no tiene facebook!
La ley de protección de datos me niega toda posibilidad de saber su dirección, ni colándome en el ordenador del gimnasio.
Y con este inventario de preguntas cualquiera juraría que estoy obsesionada, pero he de confesar que no se ligar sin un teclado de por medio. Si no hay una pantalla entre nosotras no sé cómo hablarle. Ni decirle que me encantaría quedar con ella para un café, una copa, una puesta de sol frente al mediterráneo o simplemente comer helados en un banco de Gracia.
¿Si le envió una carta postal como hacia Cyrano de Bergerac en 1650? quizás llegue entre las cuentas y el correo publicitario y le tire a la basura como ahora hago yo con este tiempo. Pero no pierdo la esperanza que como el mensaje en la botella, este texto con ánimos de cadena, pueda pasar de mi ordenador a tu móvil, de tuyo al de tu hermana, de ese al del barman de la esquina, así sucesivamente sea reenviado como fwd al telegrafista de Correos. Y este gentilmente lo imprima y ponga sello al sobre y la dirección exacta para que caiga en tus manos. Así pedirte una cita, y ahí frente a ti, mirándote a los ojos decirte: No se qué tan grande nos queda el tiempo y los avatares de esta era moderna. ¡Marina dice que tú me quedarías grande a mí! Pero mi amor es de algodón bio, estrecho por pequeño pero se adapta a tu cuerpo cual segunda piel, y crece por ti y contigo como un guante, amoldándose a tu cuerpo, ciñéndose a tus piernas y empapándose de ti. Capaz de construirse a tu imagen y a mi semejanza.
Con este amor, en cada gesto de tus manos haríamos las paredes perladas, con tu riza daríamos luz y brillo. En blancas paredes, techo y sabanas escribiría todo lo que me gusta tu cuerpo y de lo que habita en él, y faltaran páginas como hojas en los calendarios para, enamorarte una y otra vez al salir el sol cada día si fuera necesario.
Pero soy víctima de un dilema pos tecnológico de esta maravillosa era cibernética. Tú no tienes watsapp ni facebook. Sin pantalla de por medio yo no sé ligar.
¡Pos tecnología!.
¡Necesito un hacker que me enseñe a ligar!