Y me
repuse del suelo mientras veía mi funeral, les miraba a todos a lo lejos para
que no se espantaran con el color gris de mi piel y los labios lila que no volverán
a besarte jamás.
Cuando
te matan, todo comienza a transcurrir en cámara lenta. Los recuerdos, el
presente, el futuro imperfecto, ese que soñaste, comienzan a desdibujarse como
si habláramos de un montón de pixeles desintegrándose. Y sientes como se para
el pulso, el corazón deja de latir y en general el ambiente se hace acre y
espeso, el aire no se puede respirar… es el marco de la muerte de un
sentimiento.
Te has
detenido a pensar en él. En el otro corazón que acaba de expirar su último
suspiro. Ese que murió tras tus palabras. ¡No!, seguramente no, porque tú eres
para tí, tu universo perfecto y los seres que pululan a tu vera son sólo apósitos
de la irrealidad que te amenaza, crees que cada quien está por ti para dañarte,
herirte, vivirte o criticarte. Y qué gran equivocación. Porque así como mataste
a ese corazón que solo quería vivir por ti, muchos han sido sabios en huir
antes de que reaccione la Emperatriz Sola, antes de que les decapites como la
de los naipes en Alicia en el país de las maravillas, antes de que tu paranoia les
convierta en cadáveres.
Hoy
hablo como uno de ellos, un cadáver que mira en
su piel los moretones de tus caricias, los mordiscos de tus besos, que
nunca se sintieron y según tu, jamás se sentirán. Si antes no fuiste consiente en pensar lo que decías
cuando le dijiste que le amabas, entre los vapores nerviosos de las sabanas
desarregladas, le humo de un cigarro y las huellas de sudor ajeno en la piel, ahora,
a ese mismo estúpido soñador le pateas con las botas de la mili en la cara,
logrando con el impacto vaciarle un ojo, y al caer a tierra varios centímetros de
cráneo se rompen para dejar de vivir. Que mejor que ello, el corazón herido de
gravedad y sin un ojo que mas da para lo que hay que ver …
Pues
no, me niego a morir por ti, decido seguir andando, decido levantarme del suelo
y curar mis heridas a fuerza de nuevos te quiero que quedan en mis labios para
alguien que merezca sentirlos, a fuerza de caricias que me quedan por dar, a
suspiros que pondré en destinatario con otro nombre que jamás volverá a ser el
tuyo. Me permito apoderarme de ese JAMAS que tú utilizaste como complemento
directo de mi cariño y pretendes condicionarle a una amistad.
Me
retiro de tu vida, ahora sí, sin más preámbulos, sin esperar nada de ti como
espero sepas que de mi no habrá más nada que ofrecerte hasta que mis heridas estén
curadas y sepa que alguien que merezca conjugar el verbo amar esté aquí para
vivir una nueva aventura.