1680
En ese año un monje descubrió tu
existencia fue de Europa al nuevo
continente para hurgar entre los paisajes novedosos de la tierra de la luz permanente y clima impasible.
Ahí entre la selva y la montaña estaba,
bella, fuerte, con un mecanismo de protección contra los embates del clima. Rígida
de piel por fuera, hábil de savia por dentro.
Lo que ves no son sépalos ni pétalos, son un término medio “tépalos” que con rigidez y coraje
protegen su sexo, solo hábil de cultivar por escarabajos.
Estás aquí desde antes que las abejas,
seguramente has visto nacer y extinguirse colonias enteras, especies enteras, y
tu, intacta, fuerte y hermosa como la que más.
Quiero parecerme a ti, así, de dentro
hacia fuera, conservar la belleza y el color, el olor y el poder de la creación
a partir de tu polen. Pero sobre todo el rigor de tus tépalos que no se
doblegan ante la belleza de ninguna otra, Magnolia.