Cosas y casos sin-enmiendas

27.4.12

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Se escucho un crujido inmenso, tan grande como el de un gran astillero chocar contra las rocas, y la oscuridad se hizo presente. Enseguida los pasos desesperados sobre el suelo corrieron a guarecerse de algo. De ese inmenso crujido. La oscura habitación albergó su respiración y los latidos de su corazón acelerado hasta que se sosegaron.
Yacía acurrucada en un rincón de la habitación, bajo el escritorio donde seguía el ordenador a oscuras. Busco en sus bolsillos un cigarro y el mechero, decidió fumarse la vida otra vez. El humo inhalado llenaba en pleno aquella oscura habitación, era sobre natural el humo que salía de su pecho, estaba abierto en canal como si una gran operación de corazón le hubiera arrancado de cuajo el vital órgano.
Sus labios calaban el cigarro y el humo salía azaroso por el pecho abierto, por los poros de la piel, por los dedos de los pies, por cada lugar que había alcanzado aquella estruendosa situación.  Fue como un gran corto circuito en dos cables de alta tensión.
Su cuerpo devastado tendrá que curar de nuevo las heridas causadas por las esperanzas… ¿aun no aprendes pequeña? A no esperar, a no confiar, a no soñar, a no decir, a no callar, a no amar sin que la contraparte tome la iniciativa.
¡Así estarás mejor! respondió el corazón desde la otra esquina de la habitación, sangrante y azulado. Si ya no estoy en ti no sufrirás más por mí. Tu necesidad de amar no es suficiente para mantenerte viva. Y sin corazón serán menos los órganos que se pudran y den trabajo a los gusanos.
Déjate dormir ahora. Mañana no sentirás mi ausencia… y aprenderás a vivir con otra vida, a sentir con otra piel, y a respirar sólo por ti. Sin más necesidad, sin más usencia. Sin más tú deseando ser un nosotros, sin nadie más que te robe el pensamiento, las palabras y las obras.
¡Mejor sin corazón… mañana será otro día!

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