Cosas y casos sin-enmiendas

18.4.11

Esa tarde...

El sol aquella tarde no hacia mejor cosa que alabar tu belleza, era como un roce de seda sobre la piel de tu cara, hacia brillar mas mis ojos por el reflejo de tu risa.
Mis manos tuvieron que contenerse para no inundar tu belleza. Mi boca se mordía de deseo por tener la tuya. Y mi voz desvanecía para procurar entrar en tus sentidos y decirte cuanto deseaba estar contigo, y lo agradecida que estaba con la vida de aquel instante que compartíamos.
El mar fue el mejor testigo de mis pensamientos, que se concentraron en servir de apoyo a la memoria, quien saturada, no hacía otra cosa que inventariar detalles de ti para recordarlos mañana. Los gestos de tus manos, la expansión de tu boca según dibujaran una risa discreta o una enorme carcajada.
Las conversaciones variadas procuraban un grado de dificultad mayor para mi saturado cerebro que tenía tantas actividades que cumplir, mirarte, inventariarte, admirarte, desearte, escucharte, responderte, quererte, y muchas más sin importar el orden de aparición, para mi ser todas eran torrenciales de vida… Como las lluvias de primavera que me permitían retoñar, reverdecer, renacer del frio y buscar brindarte la mejor y mayor belleza posible para conseguir que tus ojos entendieran que detrás de todo aquello esta un corazón amable esperando para quererte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

-¿Qué te pareció?