Entre los pliegues del alba,
se derrocharon las caricias.
Como reverencias a tu risa y tu mirada.
Entre la neblina espesa de la madrugada
debelé en tu escote mi asidero,
me emborraché de deseo.
Mientras el baile avanzaba.
El cazador cazado, quedó rendido ante la presa
cuando tu voz atravesó desde mi oido derecho,
con impacto certero al intelecto.
Ni todo el pensamiento post socrático,
ni la alquimia, alcanzarán para explicar el intercambio de corrientes intelectuales recien conocidas.
Pensamientos calificados en conversación, y seducción que hábiles jugaron con alevosía, nocturnidad y zalamería.
Participaron los labios, que buscaban anclaje en la orilla de alguna playa.
Una marea sigilosa y sutil.
Hablaba con los ojos y tocaba con los verbos.
Solo las pupilas eran testimonio de marea brava, de dos continentes invitados a conocer sus fronteras.
Una marea sigilosa y sutil.
Hablaba con los ojos y tocaba con los verbos.
Solo las pupilas eran testimonio de marea brava, de dos continentes invitados a conocer sus fronteras.
Como espuma de mar, mojando la aurora entre la seda y la piel que los tapaba.
Ahí firmes, altaneros y orgullosos planearon la crónica del deseo, tus pezones, mis manos y el rocío de la madrugada.
Ahí firmes, altaneros y orgullosos planearon la crónica del deseo, tus pezones, mis manos y el rocío de la madrugada.
Tus pezones, los autores materiales del delirio.
Que con premeditación, alevosía y nocturnidad confabularon sin pudor,
Tu risa y tus manos,