Cosas y casos sin-enmiendas

1.8.11

En el Archivo de un Quizás

Parece imposible arrancarte del recuerdo
Pueden ser miles las lunas donde no te veo
Y la misma cantidad de lunas las que te deseo

Dicen que los besos se evaporen en la piel
Digo que los tuyos se me tatuaron en los huesos
Digo que los míos lo clave a fuego lento

Siento que el tiempo pase tan lento
Siento que no estes aquí adentro
Siento que me deshielo cuando estas en mis recuerdos

Quiero comprar un hilo blanco para tejerte un pañuelo
Quiero que con el limpies tu sien
Quiero que con el recorras tu pecho
Quiero que con él me digas siempre adiós

Y al regresar…

Al archivo del quizás

Amarte locamente
Amarte sin medidas ni testigos
Amarte como antes, como ahora y ojalá como siempre.

En la ermita…

Giro en la calle a la derecha,

me pierdo entre la gente

vienen, van,

me detengo al borde de la acera

como quien se detiene frente a un gran precipicio,

quiero dar un paso al frente

pero es inútil,

ni un solo coches pasa que puedan ayudarme a concluir el encierro en mi.

Me giro,

sigo adelante,

la calle se hace estrecha y la pendiente mas empinada,

los transeúntes escasos.





A medida que se aleja el camino del pueblo

Vamos quedando solo mi cuerpo y mis pensamientos

Al final de la calle un perro,

tras el perro la puerta de la ermita.





Entro,

Por educación me persigno ante el altar, a modo de saludo

Está Jesús crucificado y María sufriendo su perdida

El Santísimo Sacramento del Altar expuesto,

solo frente a mi

Nadie más que yo



Mi miseria y yo nos sentamos en primera fila

Para que no se confunda de observador el Señor

Nos hincamos de rodillas

A mantener una conversación,

que más que una oración

es una súplica.





No sé como pedirle a Dios

Consuelo por no tenerte

O perdón por haberte tenido.


Así, mi miseria y yo seguimos de rodillas


Ante un lujoso altar de oro y piedra

Ante los ojos inertes de la Virgen desconsolada
Y Jesús inmóvil


Terminada la suplica,

creo que me ha concedido Dios el milagro


Casi no me siento

Escasamente escucho mi corazón latir

El silencio de la ermita es más que el mío

Mi soledad es más que su silencio

Mi deseo de ti es más grande que el oro de su altar

No puedo construirte un templo para adorarte

Humildemente te adoro en este corazón mío



Así me encuentro

Siento que Dios se apiada de mí

dejo de sufrir

Ya no tengo tanto dolor,

Ya no te siento,


Me levanto y camino hacia la escalera que da al campanario

Comienzo a subir

Mi corazón no hace ruido

Mi respiración es un susurro

Mis pies casi levitan sobre los escalones

Me asomo por la ventana que da al patio,

el perro ladra desesperado

Nadie viene en su ayuda

Entra y sale de la ermita como anunciando algo

Doce veces lo hace

Las mimas que dan cuenta las campanas de la ermita





Por eso ha de ser que nadie lo escucha

Porque su noticia no es más importante que el tiempo

Cuando me decido a mirar por la ventana interior de la torre,

aquella que da al altar, finalmente me encuentro

Entiendo la desesperación de aquel perro que ladra sin cesar

Esta anunciando el llanto de mi miseria

Que cual María llora su perdida

Sobre mi cuerpo interfecto que murió de amor por ti

Poco antes de que las campanas de la ermita

Anunciaran las 12 en punto del día de mi partida.

19.7.11

Esta noche.

Hoy el aire frio lleno la habitación, ni las respiraciones consiguieron calentarlo.
La luz no era más o menos, era la misma de ayer pero alumbraba menos.
Porque mis ojos se negaban a abrirse para no darle razón a mis oídos de las palabras que pronunciabas, tras cada una de ellas me sentí morir lentamente, poco a poco, como si de un veneno fino y rigurosamente letal habláramos.
Mis pies se sintieron fríos, la circulación de la sangre parecía haberse esfumado, luego las piernas se sintieron pesadas, el vientre dejó de agitarse, el pecho no conseguía expandirse para buscar aire, mis manos inertes no podían sostener la copa de vino y mis labios querían gritar pero no lo conseguían
Aquella sensación era como la de estar en medio de una pesadilla, de esos malos sueños que te poseen y no te dejan gritar. Entonces pronunciaste aquello, de no haber querido querer y fue cuando la orquesta se detuvo, mi corazón no latió más, mis labios exhalaron el último aliento y mis ojos se cerraron para no amarte más, pero tampoco amarte menos.
Desde entonces hace algunas horas deambulo por las calles de mi mente, esperando que tus manos vuelvan quizás a buscarme.

6.7.11

Hoy aprendí
lo largo que puede llegar a ser un día,
solo pensando en ti!
Luego coseché una sonrisa en mi recuerdo,
anidada en esta frase:
Una sonrisa significa mucho.
Enriquece a quien la recibe;
sin empobrecer a quien la ofrece.
Dura un segundo pero su recuerdo,
a veces, nunca se borra.
Ahora espero que el sol se ponga para dormir
y volver a soñar contigo!

25.6.11

Sin tiempo

El tiempo es corto cuando las esperanzas son muchas.



Pero cuanto no se tiene esperanza,


el tiempo no alcanza para inventar una estrategia válida para acceder a lo deseado.






Ahora no tengo tiempo, con lo cual, me declaro vulnerable a cometer errores que en lugar de acercarme me alejen mas de ti.







Apenas conozco de tus ojos un brillo imponente de categoría y de estampa. Un brillo que ampara una tristeza tardía y una belleza infinita. Pero como me invita a invertir tiempo en ellos para conocer más de ti.

8.6.11

¿Como no va a ser triste?

Ella me insistió en que el amor no es triste, cuando le conté todo lo que te quiero...


Pero como no va a ser triste despuntar el alba sin tus besos.
Huir del ocaso sin el toque de tus manos.
Saber que estas sin tenerte,
y saber que eres una creación perfecta sin poder decirlo?


Tengo ya tantas lunas deseando tenerte cerca,
mirarte dormir
y despertarte a besos,
que no cabe el dolor en las manos que se cierra por no poder tocarte.


Que no se descubre la duda,
ni muere la incertidumbre
Que mejor yace desnuda bajo el frio del invierno.
Este corazón errante,
En ese invierno eterno
Sin el calor de tus besos.


No quiero ver pasar el tiempo
y seguir sabores amargos,
no quiero mirarme en los días
donde la luz se torne opaca
por la apatía de saber si podrás quererme.


Hoy creo que lo justo empieza
¿Por donde?
por quererme más a mí y menos a ti.
Por olvidarte mas y recordarte menos,
por quererte nada y amarte muy poco.


Porque seguir así, no puede no ser triste.

17.5.11

Batallas...

La tarde apenas comenzaba, el sol había decidido tornar los colores del atardecer, y suave se acercaba en el horizonte al mar, a quien al tiempo le dejaba sus colores. Yo esperaba con ansias disfrazadas de calma a que llegara.
Había programado todos los detalles para la ocasión, para que fuera perfecta. En la nevera vino blanco y cava, para escoger. Un par de tintos de crianza y cualquier otra opción, whisky mayor de edad, zumos, ron, ginebra, vodka, lo que su boca deseara beber estaba dispuesto. En la cocina todo previsto para el fin de semana en pleno, incluso para el lunes por la mañana si la cosa se prolongaba. Decidí servirme un trago para amenizar la espera. La música organizada en listas de reproducción para embriagarme aún más en aquello que empezaba a suceder.
Encendí un cigarrillo y me senté en el balcón a mirar los colores de la tarde, mientras bebía un poco de ron y recordaba sutilmente a mi tierra y a mi gente. En ese momento de abstracción llamaron a la puerta, y lo típico, mi respiración se aceleró, las piernas quisieron huir, pero las reñí y no tuvieron otra alternativa que obedecerme.
Al abrir, estaba ahí, perfecta, maravillosa, con un par de botellas de cava en la mano. Al entrar un beso corto pero delicioso marcó el inicio de aquella maravillosa experiencia. Le ofrecí una copa y tomamos asiento en el sofá del salón, conversamos milimétricamente de aquel tiempo en el que no nos vimos, de su vida, de la mía, de los asuntos de trabajo y quehaceres varios propios del vivir, mi cerebro estaba entre el letargo y la excitación, no había duda que aquel ser decididamente me invadía los poros y se apoderaba de mi de una forma total, quizás ella si ignoraba el poder que tenia sobre mis sentidos.
Luego en la terraza un cigarro compartido dio paso a estar más cerca de su cuerpo, y sin dudarlo, mis manos hicieron lo propio, acariciar su cuello, el pulgar hábil rozaba su mejilla y la electricidad parecía generarse en ese contacto, la respuesta, la mejor, los besos no se hicieron esperar y el olor de su piel cada vez más caliente tampoco. Iba por la primera batalla sin tregua. Le amaría ese día para la historia.
El terreno de esta batalla, el salón. Y los ataques empezaron por eliminar las fronteras de los combatientes. Las manos beligerantes se encargaban de poner la piel al descubierto, no sabría como decir que lograbas en mí con precisión, mi concentración estaba dedicada a ti, descubrir tu piel desnuda, tener oportunidad de besar cada uno de los lunares de tu espalda.
Seguir embriagándome y deponiendo mis armas, quedando mas a disposición de tu causa, o la mía, el amarte era la única causa posible en mi cabeza. Volver a tu rostro, oler y contemplar el rubor de tu cara, mimar tu risa y besarla como haciéndole cosquillas para que no se ocultara jamás, y con ella como farolillo, lanzarme a la cruzada por la geografía de tu cuerpo, recorrer a besos tu cuello, sentir con mis labios la palpitación de tu corazón bajo la piel, contar el pulso que ensordece de pasión. Bajar por él hasta tu pecho, haciendo un camino dulce de besos a montón, al llegar al centro de tu ser.
Ahí detuve mis caballos y amarré sus riendas para que reposaran mientras bebía de tu sudor, un cálido veneno que me hacía cada vez más indefensa, pude recorrer tu pecho, besar tus senos blancos coronados de un rosa intenso. Erguidos y diáfanos se plantaban en sus cimas invitándome a besarles una y otra vez, quise embriagarme del olor de tus senos y lo logre, además, con la dulce melodía de tu corazón acelerado por la pasión, esa era la marcha de guerra que me hizo perder la batalla, saberte ahí, desnuda, para mí, y tener la banda sonora de tu cuerpo estremeciéndose a mi paso.
No tardaron en acudir a la batalla los gemidos y los gestos de placer en tu rostro, respondiendo a las caricias de mis manos, mis dedos diestros manejaban a placer tu anatomía y se acercaban a saciar las ganas de conseguir más ventaja, dominar mas sobre ti. Como el sofá se hacía pequeño para las batallas, decidí invitarte al suelo, la madera impecable en época de primavera estaba muy bien para continuar, y ahí deje las riendas de la caballería sueltas, me desplegué por todo tu talle, quería determinar cada palmo posible en tu cuerpo. Me dirigí precisa a tu vientre, mágico y maravilloso de dunas blancas y dulce, caliente de placer como si el sol le acariciara de dentro hacia afuera.
Magistralmente llegue al centro de todo, luego de pasé sutilmente sobre tu ombligo, dibujé sus fronteras y determiné que era posible plantar la bandera de tregua eterna para amarte, me invitaste a tus trincheras, esas que albergan el elixir de la guerra y de la paz, el lecho de la vida. Ahí donde tu calor y mi sed consiguieron la fórmula perfecta para construir un mundo aparte.
Se esparció la luz de tu cuerpo por toda la sala, brillabas, tu belleza se acentuaba con los trazos del placer y yo estaba más que feliz por saberte así, feliz y mía, egoístamente mía era tu felicidad, una dicha que se interpretaría como el comienzo de muchas otras batallas. Tras meses de imaginar tus sabores y las curvas de tus caminos de placer, ese día se presentaba y decía, esta es la felicidad de amar y dejarse amar, es vuestra y han de procurar crearla, criarla y hacerla reproducir lo mejor posible. Era como encontrar la fuente de la sabiduría en el cuerpo, es algo que podría sentirse imposible de describir.
Habiendo escuchado el mensaje intimo de los cuerpos exhaustos de placer, nos desplomamos sin dejar espacio posible ni a un respiro entre nuestros cuerpos, como si hubieran decidido ser uno. Tumbada sobre mí me dejabas acariciarte agradecida a tus formas, toda la libertad de aquellas batallas recientes. Mis manos no hacían más que mirarte y mis ojos cerrados de cansancio te acariciaban toda.
Nos despertamos cuando el sol se despidió dejando el cielo en manos de la luna y las estrellas de una noche limpia de primavera. Decidimos vestir nuestros cuerpos y los barcos de la pasión atados tras la ropa nos dejaron reponer energías, una cena tranquila y callada acompañada de buen vino, se recreaba en conversaciones breves de gastronomía, ciencia, política o religión, cualquier titulo de temporada en el cine o en las librerías, cualquier cosa que nos hiciera mantenernos libres de pecado, y descuidando nuestras atenciones en generalidades para reposar de tanto sentir.
En el balcón fumando y charlando, el vino había repuesto las energías y las estrategias de combate invitaban a ir a por más guerra. Y así fue, decidimos ir a dibujar más vida en el planeta. Así la noche empezó a iluminarse una y otra vez.